Había una
vez un gran castillo en la ciudad de Pensilvania que era escalofriante y
aterrador. En ese inhóspito, frío y oscuro lugar vivían seres o espiritus,
también llamados demonios que cuando entraba la noche descansaban en los féretros
para que nada ni nadie perturbase el descanso de estos seres. Según iba
avanzando la noche, los demonios estaban sedientos de sangre, así que fueron en
busca de sus primeras víctimas.
No sabemos por qué motivo sabían que una familia de turistas
rumanos tenía concertada una visita por parte de la agencia de viajes Michigan al
tétrico castillo. Lo que no sabían era lo que les esperaba allí. Noches de
pánico y angustia provocados por los pequeños espiritus que habitaban en aquel
castillo.
Una noche mientras la familia estaba durmiendo plácidamente,
escucharon un ruido espantoso procedente de uno de los ataúdes que estaba en
medio del pasillo. Se acercaron a abrirlo y no encontraron a nadie. Escucharon
otro ruido extraño como si se tratase de unos golpes constantes de cuchillo que
también procedía de otros de los ataúdes. Tampoco encontraron a nadie. La familia
atemorizada llamó a la agencia que les había concertado la visita, pero
desgraciadamente ya no existía ninguna agencia llamada así, ni tampoco el número
de teléfono. Les habían tendido una trampa. Así que se quedaron en la gran
mansión sin saber qué hacer. Escandalizados pasaron una noche tras otra sin
poder dormir, alerta para poder atrapar a los malos espiritus, pero por más que
lo intentaron no los pudieron atrapar, ya que los espiritus deambulan por las
casas en busca de sed de venganza.
Una semana después, al hermano pequeño llamado Koslow se le
ocurrió investigar en el desván, un antro muy oscuro en el que para bajar había
que usar una linterna. Al llegar allí, se encontró con una mecedora que se movía
sola. Rápidamente subió y comentó a sus padres que había visto a una mecedora
moverse sola. Es un poco raro dijeron. Bajaron todos y ya no estaba la mecedora.
Era como si alguien hubiese hecho desaparecer la silla. Poco rato después volvió
la mecedora. El pequeño Koslow no podía creer lo que estaba sucediendo. La
imaginación le había jugado una mala pasada. Otra vez ocurrió lo mismo. El espíritu
estaba jugando con él a juegos psicológicos.
Sus padres y su otro hermano no se lo podían creer. Estaba poseído
por el maligno. Al final todos quedaron poseídos por los demonios y no sabemos
ni sabremos el motivo de por qué una silla mecedora se mueve sola. Lo que sí
sabemos es que la familia murió como consecuencia del gran ataque sufrido por
estos seres malignos. Hay que decir que el castillo de Pensilvania está abierto
al público. Todos los utensilios están todavía en el aterrador castillo, la
silla mecedora; que nunca sabremos por qué se mueve sola, sus demonios y
espíritus que pueden poseer y matar. Bucan sed de venganza jejejejeje.
Saludos